lunes, 12 de agosto de 2013

Vos

Hago esto para que algún día el destino se rompa, el azar se equivoque, la causalidad nos absuelva y por fin te enteres:
                            
                              escribo para que algún día me leas. 

sábado, 3 de agosto de 2013

Muchacho de Ojos Lindos

La única manera de que sirviera de algo era que durará apenas una mañana de sol oculto y amenaza de lluvia en la Ciudad Eterna. 
O el viento, grosero, desordenando todo. Alterando una magnífica tarde que estaba destinada a la patética intrascendencia que manchaba las ropas y nosotros sin darnos cuenta. 
Sirvió apenas para mantener vivo el fuego (que en realidad era un relámpago, efímero como todos, en medio de un desierto sin oasis y sin gente, sin testigos) de que íbamos a cambiar el mundo casa por casa, calle por calle. 
Pero no nos dimos cuenta que los ojos azules y las jornadas de la esperanza eran meros reflejos vacíos de un futuro que no tenía cabida en la Historia. 
Ay, los ojos azules. Las pupilas preparadas para la conquista de la época más triste: la que confirmaba, lentamente, que no hay tiempo que detenga el fracaso. 
Que no hay tierra mezclada con aspiraciones que detenga la derrota. 

Y no queríamos que sirviera para nada. Siempre encontramos lo inútil más valioso, lo patético más admirable. 

Es decir: era -es- mejor luchar por lo que no puede reportarnos la más mínima ganancia.
Es -era- mejor luchar por lo que irremediablemente perderemos. 
Por eso salíamos a buscarnos. A encontrar en las calles de la Ciudad Abandonada unos brazos y unos hombros que soportaran el peso de cargar al mundo. Cuánta pedantería.

Los años lo han confirmado: nosotros no fuimos sino apenas un fósforo que se apaga rápido. Que quema los dedos que lo sostienen, y entonces hay que aventarlo rápido y ya nadie podrá contrarrestar la terrible soledad del fósforo consumido.

Entonces un abrazo final. Réquiem de los abandonados. Soportaremos mejor el infierno sabiendo que aquel fósforo (que el relámpago, que el amor, que tú, que yo) no pretendía iluminar toda esa lobreguez, sino apenas ahuyentarla lo suficiente para vernos a los ojos. 

Apenas para disimular un poco que ya habíamos perdido desde el inicio pero que eso no importaba.