martes, 20 de noviembre de 2012

Cuando Ya No Importe

Le robé el título a Onetti. Una disculpa, maestro.

"Era todo nuevo y tan inexplicable. Un capítulo nuevo de alguna novela que nunca escribirás. El olvido agazapado esperando el menor titubeo para atacar y entonces el terror suelto en medio de la terminal 2 del Aeropuerto Internacional de la Ciudad de México. Qué será de ustedes ahora que las sincronías se sincronizan todas, esa espera desesperada y ansiosa por volver a verse. Tantos soles después. Tantos llantos después. Tanta gloria que no fue, y por eso tus puños apretados, porque sientes frío (está empezando diciembre) a pesar de la calefacción encendida del local de al lado. Quizás alguien mejor preparado podría explicarlo, pero entonces cómo nombraría esos ojos azul litoral, cómo el caminar de siempre, el pelo recortado un poco más que antes, ese antes que marca tiempos ya muy escondidos en las valijas del pasado, las mismas valijas que trae el afrancesado amor de tu vida que sale del pasillo de arrivals entre tanta gente y justo tú viéndolo a los ojos desde el primer momento. Desde aquel viernes día nublado, esas pequeñas praderas brillantes de la memoria que iluminan todavía los días más oscuros, aquellos laberintos eternos del cariño. Allí estas tú, ahí esta él.

Dos años y medio después.

Ya no son nada. Ni la plática puede ser suya porque ya no saben cómo apropiarse de ella. Los lugares comunes. Las preguntas absurdas. La mirada, génesis de su amor, tan gélida como el tiempo allá afuera. Esa Ciudad que los recuerda y los quiere. Pero sólo eso, un recuerdo vago y lindo de un amor, de una escuela, de un Club y de un pasillo de algún piso donde todo explotó y el huracán que demandaba extrema precaución dejando a su paso escombros solamente. Y sin embargo ustedes dos jugándose la boca, la muerte combatida cara a cara, sin llantos, como decía García Lorca.

Y entonces el fracaso. Los errores y la impotencia. Los años y las distancias. Ya nada será igual, como regla general. Qué grosería que lo que dura para siempre dure tan poquito. Qué vidas mortales de los dos que nunca fueron tan eternos como cuando el juego era un juego más bien de hombres honestos esperando a que el amor los salvase. Cuando estaban tan completos porque el otro existía.

Porque ya no importa nada de eso. 

Los vuelos siguen llegando. 

Las personas vuelven o se van.
No habrá manera más digna de seguir viviendo que despedirse ya. Y entonces sí, aunque no lo pensaran nunca, será por última vez."

miércoles, 10 de octubre de 2012

Sobre la Necesidad de las Coincidencias.

Y ahí están, impacientes, esperando que algún día sin saber cómo, por qué o para qué (es así como suceden las grandes situaciones de la vida, se dicen a ustedes mismos), se crucen los destinos, los caminos, las miradas, las vidas humanas y mortales. Esa reconstrucción de la explosión primera. Que ese día nublado y un poco frío los lleve entonces a algún café o bar, y por fin el huracán vuelva con el cielo que presagia lluvia, y entonces los suspiros, las almas festejando, saltando emocionadas, tanto tiempo. Y entonces sí, la sonrisa improvisada, la sincera, la genuina inclinación de los labios del uno para el otro y viceversa, ese juego que nunca dejó de aparecer en los sueños y en las pesadillas de tantos años, de tantos días de vida decadente, de soles quemantes y apartamentos semi-vacíos de tanto aguardar por la señal que desate todo. Y entonces tú y él por fin cerrando un circulo que se resistía, un llanto amargo de todas las noches y todos los insomnios, un grito desesperado de tanta impotencia, de tanto dolor de nunca ser lo que tenían que ser, de nunca cumplir con la gran promesa que había preparado la vida para ustedes. Y entonces se acercarán, y no dirán nada. Y entonces el abrazo, y por fin, quizás, ese día, vuelva a ser un gran día. Como aquellos. Como nunca. 
Pero entonces sus relojes biológicos, los que ahora son y no eran cuando sus 17 y 18 años marcaban un idealismo a prueba de balas que el tiempo solo afirmó, qué buena noticia. Ahora otros, ahora unos cambiados por las circunstancias y las derrotas. Y sin embargo ustedes, al fin y al cabo. La melancolía y nostalgia de todas esas horas inservibles, el breviario de una vida juntos que ya nunca podrá ser siquiera imaginada. Y entonces otra sonrisa, otra mirada de las que impactaron corazones y emociones imposibles de explicar. Y entonces los momentos claves de sus existencias pasando por la memoria de ambos al mismo tiempo, el tiempo de cuando todo era alcanzable, de la nitidez de las cosas, de las anécdotas, de las alegrías consumadas. Y entonces el asentimiento breve con la cabeza, el anuncio de que deben partir, los dos, otra vez, a sus pendientes, a sus calles y a sus plazas. Al mismo vagón de metro de siempre y a las mismas caras, los horarios de trabajo o escuela, los rostros de la Vida Nueva. Entonces ese asentimiento que comunica chau adiós, ha sido el placer de mi vida. Y entonces la retirada, la espalda y su caminar seguro, tan suyo. Tan tuyo. Tan ustedes.
Porque sus vidas valdrán la pena por esos ínfimos instantes en que el mundo les avisa que esa es su manera de recompensarlos, ese instante donde vuelven a serlo todo para darle paso entonces a la eterna despedida. Porque los amores verdaderos están hechos para no cumplirse. Porque alla va él, confundiéndose ya entre la multitud; allá vas tú, perdido entre tantas otras vidas, mundos diferentes pisando las baldosas con sus zapatos gastados. Porque sus extrañas maneras de sobrevivir tienen que ver con miradas, destinos y adioses inconclusos. Porque esa es la única manera de que las derrotas permanentes, ni sean tan permanentes, ni sean tan derrotas: las milagrosas casualidades de un rato en cualquier lugar, el menos pensado, en este país desangrado y perdido. En este planeta que los condenó a sobrevivir así, con la necesidad de las coincidencias.

martes, 2 de octubre de 2012

No olvides

Otro pinche año. Van 44 y aun no sabemos cuántos, dónde fueron a parar aquellos cuerpos. Hombres y mujeres (jóvenes, estudiantes, idealistas) que no se permitieron aceptar el destino que los poderosos (trajes negros, camionetas blindadas, gorilas guardaespaldas) le habían impuesto a todo aquel que no estuviera conforme con su miseria. Que después de la memoria viene la justicia y eso en México es pedir mucho. Porque hoy volvió a ganar el mismo partido de la misma gente que mandaba con terror y mano dura aquellos años.

Qué gobierno maldito aquel que manda a asesinar a sus estudiantes. Que los encarcela. Que los tortura. Que tiene a su pueblo bajo la amnesia obligatoria. Ese, el país del PRI. El de los saqueadores. El de los hijos de puta. El que vuelve a la presidencia este año de la mano de la modernidad que no es más que la burda careta que oculta al dinosaurio.
Por eso la proclama de siempre, la que por repetida no debe perder valor: 2 de octubre no se olvida. Aunque ahora los encubridores oficiales pongan una cápsula de dos minutos, esos medios de comunicación que hablan de apertura y libertad y en aquellos días callaron bajo el más despreciable silencio, el silencio de los cómplices. No podemos olvidar, y sin embargo el 2 de octubre no es una fecha y ya. No es algo que paso y ya. Es un símbolo, un suceso devastador. Es la concentración de los cientoveintitantos días de movimiento estudiantil, es la derrota hecha momento histórico, es saber que los justos nunca ganarán y que la victoria se la llevan siempre los que hacen del poder su arma preferida para el olvido. No puede ser una fecha porque es muchas cosas más: es Lecumberri, es dolor, es impotencia, es miedo, es frío que cala y no deja dormir, es sudor en noches eternas. No entendieron que no querían Juegos sino Revolución.
Es también una herida: cuántos de los que no estuvimos allí crecimos sabiendo que había pasado algo que superaba todas las situaciones, todas las certezas, todas las palabras, y sólo quedaban el llanto y los desaparecidos. Sólo quedaban la cabeza gacha de los que sobrevivieron y las dudas eternas de los amigos que nunca más volvimos a ver. Y digo volvimos, una primera persona plural necesaria, porque octubre 2 no es una fecha: es una identificación, también. Es la defensa de la memoria. Es la posibilidad de que la derrota no puede ser definitiva aunque nos lo hayan repetido siempre. Aunque sigan haciéndolo, ahora desde las Cámaras y con reformas que son puñaladas en la espalda. 
No es una fecha, es el dolor latente de que hubo un día en que ellos determinaron las reglas macabras del juego. El crimen de un puñado de gente que hoy sigue mandando, con otros nombres y con otras máscaras. Con igual impunidad y cinismo. 
No olvidar significa seguir combatiendo contra todo eso. No es fácil y nunca lo ha sido. Tenemos, detrás nuestro, el aliento de todos esos amorosos fantasmas que fueron callados de golpe y mano firme. La mano que tendía aquel sucio presidente. Ese es el mensaje, entonces: no olvidar significa seguir creyendo que no fue en vano. Que todas esas voces rotas y ensangrentadas tendrán una defensa digna y verdadera. Que los ausentes no lo serán más.
Que la Plaza será un lugar de reunión y recuerdo, de compromiso y justicia.

viernes, 14 de septiembre de 2012

La Vuelta no será a ninguna parte.

"DÉJENLO TODO, NUEVAMENTE
LÁNCENSE A LOS CAMINOS" Roberto Bolaño.

"Quedaban ante ti el cielo nublado y la sensación de mucho frío, de abandono, de una lejanía de todas partes. Faltaban el viaje a casa en hora pico y el regaño de tus padres, y aguantar de pie tanto tiempo ya sonaba a gesta imposible. No sabías que al despedirte de él y de los últimos amigos que quedaban ese día en la escuela, traspasar la reja y caminar la callejuela en dirección al metro, ya nada sería igual. Era la primera parte de un ritual doloroso: el exilio de la Ciudad. Ni te imaginabas que el siguiente paso (la nueva escuela, la rendición un poco ante lo inevitable, esa soledad dolorosa de no abandonar las convicciones, los días soleados e insolentes) iban a mellar tanto y tan rápido en el que alguna vez entendió las posibilidades del azar, porque los que se enamoran y se enteran que nunca más estarán solos son así, necesariamente creyentes de un mundo mejor. Y después de los errores, de la intolerancia, de la derrota, del fracaso, de los bellos días de poderlo todo y del amor, quedó ese borrador de persona que eras tú, el autómata que abandona sus esperanzas de regresar a lo que ya no iba a ser. Porque tú y yo sabemos que regresar no existe. Que los lugares, las personas, los rostros y las oportunidades ocurren y ya, después seguirán siendo o no. Pero repetirlo todo como era antes es imposible. Y que serán mejor los recuerdos bien guardados y la memoria sólida para seguir andando. Por eso un día volviste sin volver. Regresaste a tu ciudad como quién no espera nada ya. Y entonces volviste a creer. Y entonces supiste que el exilio se había terminado, que la Siberia emocional dejaba manchas de tristeza en todo tu cuerpo y que sin embargo, con cicatrices y todo, con más años y todo, allí estabas. Otra vez. El regreso a la misma ciudad."


No es en ningún caso el regreso a lo que fuimos, ni mucho menos. Pero sí es el regreso a la Ciudad. La que supo ser nuestra y siempre tiene lugar para todos. Y entonces decidí que este blog necesitaba resucitar, porque hay que morirse muchas veces para revivir otras tantas. Para tomar una bocanada de aire y sentir de nuevo la respiración de uno mismo cuando se ve al espejo.

Ya no somos los que éramos hace dos años con dos meses atrás. Pero seguimos siendo nosotros. Y con eso basta para volver al ruedo, para salvarnos del destino aburrido y monótono, para cumplir con uno mismo y para que si algún día a ti te toca volver, estemos preparados para la siguiente batalla: la de los cuerpos, la del amor, la de la posibilidad de poder ser Nosotros, esa mayúscula tan poderosa.

Y entonces revivir, y que no queden dudas.

Y entonces ahora sí seguir andando.

Por fin.