jueves, 10 de octubre de 2013

Rulos

Quiero escribir. Quiero desgarrar la hoja, atravesarla con la pluma. Remojarla. Tirarla al suelo. Abandonarla por días y volver a ella sólo si es de casualidad. 

Quiero escribir que de repente te apareciste, un buen día ciertamente, con tus rulos y la convicción de que eres más de lo que se ve. 

Quiero escribir que primero el suspiro y después la resignación: cómo acercarse si no estaremos --mirá como incluyo el plural porque hasta el singular me aterroriza-- a la altura. Como cuando intentaba colgarme de las manos de una estatua demasiado alta que, ya desde la mirada altiva del capitán inmortalizado, me decía que no. 

Quiero escribir la cobardía. El desprecio de uno mismo porque no me puedo imaginar a tu lado, sostener el brazo --y el mundo-- de alguien a quien sé es mejor. Hubo días malos, olvidables y despreciables que me dañaron tanto que no soporto la más mínima comparación. Le temo al fracaso, incluso cuando no hay nada que perder. 

Quiero desgarrar otra vez, pero ahora la pluma. Destruirla. Que la tinta manche la hoja y mis manos. Que manche el escritorio y mi vida. Un poco de tinta en mi vida, por favor. 

Quiero levantarme y dejar de joder. Salir a la calle, correr, correr, correr. Buscarte. Llegar temprano y buscarte. Urgencia, desesperación. Encontrarte ahí, con el cigarro y la fatua pose de los que pueden. Y no saber qué hacer. Asustarse. Retroceder. 

Aventar el escritorio al carajo. Tirarse a la cama. Dormir siempre. Olvidarse de los días. Perder la noción del tiempo. Dejar de comer. Todo será épico para ocultar la tibieza y el qué dirán. 

Se me burlan el destino y los amigos porque justo yo y el qué dirán. Yo y las consecuencias. Yo y las piezas exageradamente vigiladas.

Quiero correr otra vez. Tomarte desprevenido. Solo, caminando, y de repente ahí va, abrazo por la espalda y te quiero un montón. Beso atontado y rápido. Seguir corriendo. Huir.

Quiero escribir que me ves y que yo te veo y que el mundo puede, por fin, dejar de importarnos. Aunque sea todo mentira, porque de la mano y hasta el abismo iremos si aceptas el reto de sostener esta mano y este mundo. Esta tragedia mal escrita y peor ejecutada. Este pacto con el diablo. Este contrato --burocracia everywhere-- que invita al suicidio de la vida que hemos llevado hasta ahora. 

Quiero romper las hojas. Comerme el papel. Vaciarme la tinta que sobró de aquella pluma. Tirarme al piso. Tener sed. Olvidar todo. Recordar sólo tu nombre --que escuché de casualidad-- y tus rulos intratables e hipnotizantes. 

Quiero que llueva. Que salga el sol. Que el arcoiris que se forme me recuerde nuestra única identificación común entre tú y yo. 

Quiero que me busques. Quiero que me preguntes mi nombre. Quiero que me sostengas la mirada y con ella me defiendas para siempre siempre siempre. Quiero que extiendas tu mano y que olvidemos toda fachada y nos queramos en medio de una avenida vacía y de madrugada, con mucho frío pero qué importa. 

Quiero que existas. Que un buen día --como aquel, sabes-- te aparezcas y por fin empezar el juego que postergamos desde nuestros primeros días en esta escuela venida a menos. 

Quiero que el infierno nos sirva de escondite. Quiero que ninguna ciudad esté a nuestra altura y tengamos que viajar eternamente buscando algo que nunca sabremos qué es. 

Quiero verte dormir en un tren a velocidades demenciales con vistas demasiado perfectas para ser reales. Quiero que me platiques del libro que estás leyendo. Que me leas los fragmentos que consideres indispensables. Quiero que sonrías. 

Quiero que un día todo esto sirva para reírnos de lo cobarde que somos cuando se trata de ir contra uno mismo. Quiero quemar estas hojas el día que, juntos, veamos por primera vez las praderas africanas. 

Quiero que sepas que me aprendí todos los diálogos del mundo y aún así no puedo: te me impones --quizá sin querer-- y tu estatura me aplasta.

Quiero que la abrumadora sombra que reflejas cuando caminas me proteja del sol los días malos. Porque habrá días malos. 

Quiero que un día despiertes y no recuerdes nada. Que sólo recuerdes un nombre y no sea el tuyo. Seremos o serás. No hay espacio para la primera persona. 

Quiero volver manaña, pasar enfrente tuyo y que no sepas quién soy. Que ignores mi existencia. Que sea como siempre: apenas dos personajes que un día cualquiera se cruzan en una calle de indistinto nombre y una de ellas ya no pueda fingir y tenga que romperlo todo. El papel. La pluma. El escritorio. La posibilidad de decirle al otro que le ha cambiado la vida verlo ahí parado, el cigarro en mano y los rulos. Siempre el cabello revuelto. 


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