lunes, 16 de septiembre de 2013

Collage paradisiaco de todos los fines del mundo

*Para Julia, con la que algún día visitaremos los lugares todos que aquí se mencionan.*

He llegado al fin del mundo y no he visto nada más que el mismo cielo que se puede ver algunos días de intensa niebla en la ciudad que habito. 

Antes, cuando niños, la abuela nos llevaba a ver el mar. Los demás jugaban, corrían, reían sin parar. Yo, perplejo, entrecerraba los ojos para poder ver lo que no podía: otras costas allá donde acaba este mar que empieza aquí. Los saludos lejanos de marineros sucios y valientes que se preparan para venir a este lado del mundo. La mirada triste de una princesa cuyo castillo ha quedado reducido a ruinas, como sus amores. 

Una vez, en Nueva Zelanda, con amigos de otros tiempos, pudimos ver, por fin, lo que significaba nuestra patética existencia: los niños aquí también son niños, y no valientes hombres sucios preparados para salir a cazar. Extraño a la princesa. 

Es decir, nunca antes la niebla y el frío se combinaron como ahora. Que se acabe el mundo aquí, en este punto, significa algo. No sé qué. Quizás que tú tenías razón y lo mejor era quedarse a vivir con los chicos en las Islas Australes. Nunca vimos un sol tan puro como aquellas mañanas, enamorados de un destino que evadíamos. El amor, tal vez. 

Pero aquí estoy otra vez, y los carteles que dicen que se termina la parte terrestre del Planeta Agua advierten también que tenga cuidado el paseante con la niebla. Nadie avisa que la lluvia regular e inacabable -como aquellos 8 años ininterrumpidos en Macondo- acaba por darle un tono diferente a todo: mis ropas no son más que pesados anuncios de que mi vida está por terminar. 

Y entonces tú: la Nueva Zelanda lluviosa y días enteros trepando montañas y besándote entre el ruido salvaje y la verde humedad que se extendía más allá del mar que en otros tiempos miraba absorto. Ahora te miro a ti y es como antes: la niebla cubre la verdadera expresión de tus ojos y ya no hay nada qué hacer. Tú eras la princesa y yo las ruinas. Pero cómo anticiparlo cuando uno tiene apenas 9 años. 

Siempre quise venir al fin del mundo. Ahora me doy cuenta por fin que nunca estuve tan cerca de ti como ahora, aunque mi vida concluya en estas alejadas y solitarias tierras. Las ruinas del castillo se convierten en recuerdos inútiles de personas que no fueron capaces de regresar a la rutina. Me alegro.

Arrecia la lluvia. Será mejor terminar con todo esto antes de que acabe la canción. 

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