miércoles, 4 de septiembre de 2013

Primera persona plural necesaria

Creo que ahora la Ciudad Oscura dejó de serlo. 
La (nueva) Ciudad Salvaje que se aparece sin anunciarse alberga en sus entrañas la pasión de los que todavía esperan revertir la situación. 
Cuál situación. La situación. 
El rezago, palabra horrible. La descarada desigualdad. 
Caminamos bajo la lluvia porque es una señal: nos han dejado, en medio del océano, y que cada uno nade para donde pueda. Asqueroso. 
Y nosotros no queremos. Escogemos la unidad. La solidaridad --palabra mancillada por el innombrable-- es nuestra bandera. 
Se han negado a brindarnos mejores condiciones. Y ahora, con impune cinismo, nos imponen burocráticas evaluaciones. Y mienten. 
Porque dicen que no queremos ser evaluados. 
Pero lo que no queremos es que el señor de traje del escritorio de gobernación nos diga quien sí y quien no. 
No queremos --ni creemos-- que la educación se evalúe así tan fácil. No creemos en la educación que aspira a llenar puestos de trabajo en alguna empresa del hijo de fulano de tal, #13 en la Forbes. 

No es casualidad la retórica priísta: volvieron para quedarse y a nadie parece importarle. Pero no vayamos a cerrar una avenida (siempre el egoísmo, siempre lo mío antes que los demás, antes que lo de todos), no vayamos a exigir un poco de igualdad, porque qué molestia. Qué desagradable tener que pelear por lo nuestro. 

Resistan, maestros. Este país medio dormido y olvidadizo los necesita. 

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