viernes, 6 de junio de 2014

Entenderás un día

J.:

Te escribo con la esperanza de que ya no me leas. Con la inútil pero valiosa ilusión de que allá donde estás no necesites —ni siquiera recuerdes— los días en Ciudad de México, los paseos por calles empedradas, las noches de absoluto silencio. 

Quiero creer que ya no me necesitas, aunque suene dramático y pretencioso. Quiero creer las historias que se oyen en los círculos privados de tus viejas amistades. Quiero soñar contigo y que nos demos un abrazo y sonriamos, que vayamos a comer a algún lugar tranquilo y callado, que pasemos una tarde entera en Casa Nico contando aquellas anécdotas que inventamos y que todos tomaron por ciertas. 
Pero sólo en sueños. Como aquella vez que, después de Buenos Aires, volvimos solamente para decirnos adiós. 

Quiero que no vuelvas, J.
Que tu vida no sea la melancólica ilusión de un futuro con tintes de pasado glorioso. Que tus nuevos amigos sean valientes y generosos, como nosotros no supimos serlo.

Quiero que te acuerdes de mí, pero de pasada, como quien recuerda una frase relámpago en medio de una conversación cualquiera. Quiero que sonrías mínimamente y sigas con lo tuyo. 

Quiero que, por fin, nuestros aeropuertos dejen de buscarse los labios para despedirse indefinidamente. 

Quiero que, si alguna cósmica casualidad llega a combinar nuestras historias y nos volvamos a encontrar, me saludes como los días de segundo de secundaria: una palmada discreta acompañada de un asentimiento menor. Bastará para que el torrente de recuerdos iluminen mi vida para siempre, ya sin remedio. 

En fin, que te quiero, J. 

Y que eso baste para los días que faltan. 


Con cariño, M. 


PD: Tengo grabados los últimos versos de aquel poema de R. que leíste una vez en Parque México. No sé si es la madrugada o si soy yo.
Debe ser, quizás, esta llovizna monótona y tristona. 

«¿Qué somos?, me preguntaste una semana o un año después,

¿hormigas, abejas, cifras equivocadas

en la gran sopa podrida del azar?

Somos seres humanos, hijo mío, casi pájaros,

héroes públicos y secretos.»

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